¿Ser amable o nacer amable?

Si busco el significado del adjetivo amable en el diccionario de la RAE, me ofrece estas dos acepciones:

  1. Digno de ser amado.
  2. Afable, complaciente afectuoso.

El sufijo –able,  me indica una capacidad o aptitud para recibir la acción del verbo.

Y si busco agradable, tengo tres acepciones:

  1. Que produce complacencia o agrado.
  2. Dicho de una persona: afable en el trato.
  3. desus. Dicho de una persona: que tiene complaciencia o gusto en hacer algo.

Pero no dice “digno de ser agradado”.

 

UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN

Volviendo a la palabra AMABLE: La primera acepción –digno de ser amado-, ¿es una cualidad  por el mero hecho de nacer,  o para llegar a ser “digno” se ha de dar la acepción número dos? (Si soy bueno, me amarán, si no soy bueno, no)

Según la primera acepción,  TODOS los seres humanos nacemos AMABLES,  por lo trascendente que resulta la necesidad de ser amados para la supervivencia misma. Y en la medida en que un ser es amado y tratado con amabilidad, se convierte en AMABLE como segunda acepción, ya que habrá tenido la suerte, el privilegio, de haber sido amado. Así podrá incorporar a su repertorio de respuestas, todas las cualidades de ser amable. ¿De qué otra forma puedo llegar a ser amable en su segunda acepción?

Muchas veces, el adjetivo amable se plasma en las relaciones sociales con cierto aire de impostura: soy amable sólo y únicamente para  obtener algún beneficio o satisfacer mis necesidades, intereses, objetivos. Pasado ese momento, ya no necesito ser amable. Ser amable, se convierte en una herramienta más, bien estudiada, medida y ejecutada.

En otras personas, la amabilidad rezuma por sus poros en todo momento, necesiten o no algo para ellas. Son personas con la suerte de haber sido amadas en algún momento de su vida –sobre todo en la infancia- y saben reconocer la cualidad de ser amable, en su primera acepción, en todos los seres vivos. Sus gestos amables carecen de la mencionada impostura. No hay estudios previos en sus formas, en sus gestos, en sus acciones.

Y entre estas dos polaridades nos movemos el resto de la humanidad.

Esta pequeña reflexión nace de mi propia auto-observación y de la observación de quienes me rodean.

A veces  me doy cuenta de que no estoy siendo amable más allá de los convencionalismos sociales. No hago daño a nadie.  Pero tampoco aporto nada a la armonía general.

Otras veces, ante un gesto espontáneo de amabilidad sólo he encontrado rechazo.  Tendemos a creer que “algo quieren de mi cuando me ofrecen amabilidad sin haberla pedido” ¿nos estamos volviendo demasiado cínicos?

 

¿Se educa para ser amables, o se aprende?

Si una niña o un niño crecen en sus casas sin los suficientes gestos de amabilidad hacia ellos,  les faltará ese referente al que imitar. Siempre habrá algunas figuras en el camino que les verán y les amarán (la vida da muchas oportunidades), aunque será más fácil si han sido amados desde el momento mismo de nacer.

 

Esta es la importancia de AMAR

Incondicionalmente. De no hacerles dudar en ningún momento de que se equivoquen las veces que se equivoquen, son y serán siempre dignos de ser amados.

Si naces siendo AMABLE terminarás siendo AMABLE.